Romeo y Julieta a la Cantoriana
Romeo y Julieta a la Cantoriana
El sábado 26 de septiembre de 1916, Cantoria se levantó con la horrible noticia de un asesinato, cometido a sangre fría en uno de los parajes de nuestro municipio. El trasfondo de esta historia bien hubiera dado para una novela o una obra de teatro de la inmortal pluma de Federico García Lorca, como hiciera años más tarde cuando leyó en el periódico de Granada la crónica del crimen del cortijo del Fraile.
Un amor juvenil incomprendido, dos vecinos que se odian a muerte por viejas y enquistadas rencillas, un ataque de ira que acaba con una muerte. Todos los ingredientes para “cocer” a fuego lento un gran argumento digno de los mejores teatros.
Por un momento vislumbremos el escenario en los terrenos conocidos como del Moral, en un pequeño valle que forman varias ramblas por encima del paraje de Capanas. Un oasis que cuenta con una pequeña fuente que no se seca nunca y con sólo tres o cuatro cortijos diseminados en varios kilómetros a la redonda.
Por lo que cuenta el Diario el Día del 26 de septiembre, el amor de dos jóvenes, Diego Sánchez Gavilán y Manuela Picazo Galera fue el detonante de la tragedia. Algo revueltas tenían que estar las relaciones entre los vecinos Diego Sánchez Jiménez, padre del novio y dueño el cortijo del Moral y Antonio Galera García, conocido como el Bodega y abuelo de la novia. Si mal andaba la cosa, ya empezaron a saltar chispas cuando se enteraron de que sus retoños andaban en relaciones secretas desde hacía varios años.
El padre de él, viendo que el asunto amatorio iba en serio, quiso poner tierra por medio y le compró un billete para Buenos Aires para amortiguar y enfriar con la distancia el recuerdo de la amada. El joven aceptó, pero se llevó con él a Manuela, con la idea de verse libres de la opresión familiar. Esto supuso una denuncia por rapto y fueron detenidos justo cuando se disponían a embarcar.
Tras las primeras diligencias, la guardia civil de Huércal Overa comprobó que no había delito alguno, pues ambos estaban juntos por su propia decisión y que se querían de verdad, por eso los dejó libres con la promesa de que formalizarían pronto su matrimonio a ver si se apaciguaban las aguas. Aun así, Diego Sánchez padre, no aceptó de ninguna de las maneras esta unión, poniendo todos los impedimentos a su alcance para separarlos.
Esto provocó graves encontronazos entre ambas familias hasta que un día, pistolas en mano, como si de un duelo decimonónico se tratase, se vieron cara a cara el padre de él y el abuelo de ella, Antonio Galera, en los terrenos del cortijo del primero. Por lo que registra los atestados de la autoridad que cubrió el caso, empezó a disparar Diego hasta en dos ocasiones y que fueron fallidos, y Antonio en su defensa, disparó con mejor suerte y su bala puso fin a la vida de su vecino. Como testigo, el pastor José Gea Martos que testificó todo lo ocurrido.
El asesino huyó del lugar del crimen y se escondió en casa de unos familiares en el Faz, donde fue detenido al poco tiempo.
Gracias a dos artículos en prensa hemos conocido este hecho, pero ya pocos más datos podemos dar de esta historia. 107 años que han transcurrido que han servido para silenciar unos de los episodios más importantes de la crónica negra cantoriana.
Cortijo de las Bodegas, propiedad del abuelo de la novia. Colección Herminio Lucena
Diario de la Independencia del 30 de Septiembre de 1916