Centenario del manto de la Virgen de los Dolores
Antonio J. García Pedrosa
Un encargo de D. Encarnación Giménez
2013 fue un año clave para todos aquellos devotos de la Virgen de los Dolores y para los cantorianos en general, porque una de sus joyas, su espectacular manto, cumple su primer centenario. Se realizó para la imagen que existía en la Iglesia y que fue pasto de las llamas en la plazoleta del convento en la guerra civil. Margarita Cerrillo, gran benefactora de la iglesia en Cantoria, compró una imagen de los Dolores antes de la guerra y la guardó en su casa hasta que finalizó la contienda. Una vez ser volvieron a celebrar los ritos litúrgicos en el templo, Margarita donó la imagen con uno de sus mantos.
El manto centenario fue un encargo de Doña Encarnación Giménez (madre del fallecido y recordado Don Cristino María Sánchez, que fue alcalde en una etapa crucial de nuestro municipio), para vestir a la virgen en los actos procesionales. Pero no lo donó a la iglesia, sino que lo guardaba en su casa y el día de procesión se llevaba el manto a la iglesia para vestir a la Imagen. Fue bordado en Sevilla entre 1912 y 1913, y tras su última restauración se encontró un escrito que hace referencia al taller autor del bordado como de las bordadoras que participaron, que transcribimos:
Este manto ha sido bordado y confeccionado en la casa de ornamentos de Iglesia de D. Juan Bta. Gimeno, en Sevilla año 1913.
Dibujo y dirección de Dña. Anta, mujer de Gimeno, y ciemzado o bordado por las Stas. Lola Olivera, Enriqueta Morales, Matilde Pérez, Rocío Cerdán, Teresa Sánchez, Isabel Espinosa, Isabel, Carmen y Encarnación (sus apellidos no se pueden debido al mal estado del documento)
Sevilla 28 de Febrero de 1913 y el sello de la casa de bordados.
La guerra fue una etapa crucial para esta joya y que a punto estuvo de desaparecer. Se creía que fue robado de la casa de Dña. Encarnación Giménez, cuando los milicianos la saquearon y llevado a una casa particular donde se utilizó como manta para cobijarse del frío del invierno. Pero realmente fue llevado a escondidas por Dña. Encarnación a casa de Dña. Dolores García, una mujer mayor muy creyente, que colaboraba en las tareas cotidianas de la iglesia, que lo guardó en una habitación pequeña que tenía camuflada y sólo se podía acceder por una puerta oculta detrás de un gran mueble. En este escondite pasó el manto los años de la contienda, en un arcón de madera en muy mal estado que dejaba pasar la humedad, el frío y el calor del sitio y sin ventilación alguna. Esto hizo que se deteriorase más rápido y dificultó las tareas posteriores de restauración. Esta casa estaba en la Calle Álamo y que actualmente ya no existe. Tras la guerra el manto volvió a casa de Dña. Encarnación.
Hay una leyenda que afirma Dña. Encarnación también donó un manto blanco bordado en oro, pero fue quemado en la guerra.
Tras fallecer esta ilustre benefactora, en el año 1956, el manto paso a como herencia a su hijo Don Cristino, donde lo guardó con muchísima devoción ya que era algo muy preciado para esta familia.
Tras la muerte, 1980 de D. Cristino acaecida en la misma capilla del Sagrario de la iglesia de Cantoria mientras rezaba, sus herederos llevaron el manto a la iglesia y guardado en unos cajones grandes, donde estuvo muy mal doblado estropeándose aún más. En 1989 se crea la Cofradía Virgen de los Dolores y se hace cargo del manto, guardándolo de forma adecuada en casas particulares, primero en la de Antonio Cuéllar y luego en la de Isabel Pedrosa.
En el año 2000, por el mal estado que presentaba, pesándole los años y la historia, se reunió la cofradía y decidió restaurarlo. Lo llevaron a Viator, a la casa de bordado de Juan Francisco López Rueda, vestidor de la Virgen de los Dolores de esta cofradía. El terciopelo no se pudo restaurar por el mal estado, y por eso se decidió traspasar sus bordados a un manto nuevo y más grande, para adaptarlo a las nuevas andas para procesionar el Jueves Santo. La cofradía fue recaudando dinero entre los afiliados, amigos de la cofradía. Se pedía la voluntad, y si alguien quería un trozo de terciopelo del manto, este se puso un valor de 500 pesetas.
La operación de restauración fue muy delicada por el estado de la pieza, algunos de los bordados no se pudieron salvar y hubo que volver hacerlos. También se aprovechó y se realizaron otros nuevos para ensalzarlo más si cabe.
Dña. Carmen Sánchez, hija de D. Encarnación, heredó el carácter benefactor de su madre y entre las distintas donaciones que ha realizado a este pueblo, como el nuevo sagrario de la iglesia, entregó 50.000 pesetas para proceso de restauración.
Una vez concluida la restauración, se volvió a colocar el antiguo documento donde aparecían reflejadas todas las personas que confeccionaron, hace ya un siglo, el mando, añadiendo a su vez, otro escrito en que apareciese todos aquellos que habían colaborado en la restauración como fue Lolina Linares, Isabel Pedrosa, Cándida Uribe y Isabel Gutiérrez y el secretario de la cofradía Antonio Martos.
En el año 2005 el manto se expone en la iglesia de Cantoria, en uno de los salones parroquiales en urna especial construida en la carpintería de Guillermo Carreño para disfrute de todos los Cantorianos y visitantes que quieran ver esta joya centenaria que luce como el primer día para orgullo de su virgen y su pueblo.
Jueves santo de 2016, donde podemos apreciar en toda su magnitud la belleza del manto recién restaurado. Colección: Decarrillo
La Virgen de los Dolores es una imagen de una gran belleza que forma parte del patrimonio de la iglesia de Cantoria. Colección: Decarrillo
Escrito que se encontró en los pliegues del mando cuando se restauró. Colección: Hermandad de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Salud
D. Encarnación Giménez
Podemos decir que las dos grandes benefactoras de Cantoria fueron D. Catalina Casanova, marquesa de Almanzora y D. Encarnación Giménez, que fue la que realizó el encargo del manto y que finalmente los herederos de su hijo D. Cristino lo depositarían el la iglesia parroquial. Colección: Familia Sánchez
D. Margarita Cerrillo
Esta preciosa talla fue un encargo de D. Margarita Cerrillo que la custodió en su casa algunos años hasta que decidió donarla definitivamente a la iglesia junto con uno de sus mantos. Colección: Familia Cerrillo
Taller de restauración de Juan Bautista Gimeno
De origen valenciano, regentaba desde 1892 una tienda de ornamentos religiosos en el número 5 de la calle Tetuán, donde también tenía ubicado el taller de bordados en el que trabajaban unas veinte personas, entre las que destacaban Concepción Fernández del Toro y Bárbara Pardal, y en el que su mujer, la valenciana Antonia Riutort, se encargaba de los diseños de los bordados.
Al fallecer Gimeno, alrededor de 1930, la tienda pasa a ser regida por su hijo, que la traslada a la calle Cuna, mientras que el taller, ubicado en la barriada de Ciudad Jardín, fue dirigido por su mujer hasta su fallecimiento. Ambos negocios fueron cerrados a principios de los años cuarenta.
Su producción de bordados estaba orientada a cubrir las necesidades de las cofradias de los pueblos sevillanos, como Marchena, El Pedroso y Utrera; en esta última localidad, la hermandad de Jesús Nazareno y Maria Santisima de las Angustias es la que posee más piezas bordadas de este taller. En Sevilla, el taller de Gimeno realizó para la hermandad de la Esperanza de Triana las insignias, de las que sobresale el Simpecado, por contrastar oro y sedas con tisu y terciopelo. Recientemente se ha constatado que el primer palio de malla de Sevilla, el de Montesion fue realizado en el taller de Gimeno.
Este es un pequeño resumen de la historia del taller donde se bordo el manto, a modo de curiosidad se puede añadir, que una de las bordadoras que trabajaron en el manto de Cantoria, Lola Oliveras, fue la que años más tarde bordó la saya de volantes de la Macarena.
Urna que se construyó para exponer el manto y protegerlo de los elementos que puedan dañarlo