Los antiguos puentes de madera y caña
Ana Guerrero Marín
Los antiguos puentes de madera y cañas del río Almanzora
El rio Almanzora, como la mayoría de ríos y grandes ramblas de la provincia de Almería, se caracterizan por llevar sólo agua en periodos de abundancia de lluvias, estando secos el resto del año, por eso, se utilizaban como zona de tránsito para acceder a los pagos y tierras de labor por parte de los lugareños y sus caballerías. En las zonas por las cuales eras más difícil cruzar el río se construían por parte de los vecinos o de alguna persona en concreto unos puentes artesanales, a base de troncos, cañas, barro y piedras. Estas construcciones perduraron de manera general hasta la gran riada de 1973 que arrasó con todo lo que había en el río. A partir de ese momento se construyeron dos pequeños puentes de hormigón, uno en la cuesta de la Mina y otro en el Badil, camino de la barriada de Almanzora.
Uno de los puentes artesanales más transitados era el de la cuesta la Mina por el que pasaban los aparceros de los pagos de Torainina, el Fax, La olla, Torrobra donde había una fábrica o destilería de esencia de Tomillo, el Peñón del Lugar Viejo, el Risco, Capanas, los Morrones, las Lomas, etc.
La construcción de estos puentes la podía realizar el Ayuntamiento, los vecinos del lugar o bien particulares parar su gestión y explotación económica como era el caso del puente que nos ocupa. Dos mujeres, Juana Fiñana Jiménez conocida como “la Ceuta” y Ginesa Sola Martínez conocida como “la Cuca” eran las empresarias que lo construían y gestionaban. Su construcción era bastante sencilla, en la parte de arriba del puente era de roca del río de unos 3 metros y en la parte inferior una rampa de piedras y tierra. Entre ambos, 3 grandes maderos que soportaban un entramado de cañas unidas por cuerdas de esparto y encima se cubrían con cojines también de esparto que se desechaban de las almazaras y de los cortijos que se elaboraba vino. Se rellenaban de tierra y arena hasta conseguir un piso firme para soportar la carga de las caballerías que muchas veces era bastante pesada.
Una vez construido el puente ya estaba listo para su explotación, ambas mujeres se turnaban para controlar el paso de vecinos, a los cuales les pedían una propina, que podían ser en dinero o en especie, tales como patatas, aceite, trigo, etc. Este canon no era obligatorio, por lo que había mucha gente que no pagaba e incluso llegaba al insulto cuando estas mujeres le solicitaban la propina. El tiempo que destinaban a la guardia también lo aprovechaban en otros menesteres como lavar la ropa en la acequia cercana, o bien tenían que complementar este negocio con otras actividades, como el caso de Ginesa, que también vendía en el mercadillo productos de la tierra. Ambas llevaban el peso de mantener a su familia, Juana se hizo cargo de sus hermanos menores y de su padre al morir su madre y Ginesa se quedó viuda con cuatro hijos.
De los otros puentes hay que resaltar del Badil, camino de Almanzora, que lo construía el Ayuntamiento, el de Capanas y el de la Olla, que eran vecinales.
La duración de los mismos estaba sujeta a que no hubiera grandes crecidas en el río y arramblaran con él. Si esto ocurría, vuelta a empezar.
Riada de 1954. Cada vez que salía con fuerza el rio, había que reacer los puentes, un trabajo que había que hacer con gran celeridad ya no podía estar incomunicado el pueblo con la vega. Colección: María Pardo
Ginesa Sola rodeada de su familia. Colección: Ana Guerrero
Puentes de madera y caña por el rio Almanzora a principos de siglo. Legado: Gustavo Gillman
Un grupo de campesinos y burros cargados con ramas cruzan un pequeño puente sobre el río a la altura de Almanzora en 1906. Legado Gustavo Gillman
María Ginesa Sóla Sánchez
Conocida como “la Cuca”, que al quedarse viuda joven y con cuatro hijos se tuvo que buscar la vida en lo que pudo. Su oficio más conocido era la de construir y gestionar el puente de madera y caña sobre el rio Almanzora en la cuesta de la Mina, aunque también vendía algunas veces en el mercado semanal lo que le producía un pequeño trozo de terrero que tenía.
En una época en que el tránsito hacia la vega era continuo y el rio casi siempre llevaba agua, hacía difícil atravesarlo aunque fuera con caballerías, y ante la carencia de construcciones sólidas, los propios vecinos o el ayuntamiento construía unos provisionales a base de troncos, cañas, barro y piedras.
Una vez construido el puente ya estaba listo para su explotación, Ginesa controlaba el paso de vecinos, a los cuales les pedían una propina, que podían ser en dinero o en especie, tales como patatas, aceite, trigo, etc. Este canon no era obligatorio, por lo que había mucha gente que no pagaba e incluso llegaba al insulto cuando estas mujeres le solicitaban la propina. El tiempo que destinaban a la guardia también lo aprovechaba en otros menesteres como lavar la ropa en la acequia cercana.
Colección: Ana Guerrero