Personajes populares en el recuerdo
Personajes en el recuerdo
Normalmente, la historia puede ser entendida como un gran listado de reyes, reinos o imperios pero eso no es historia, como hemos dicho, es un listado. La historia es el devenir de lo que acaece y lo que el historiador ve en ese trayecto. Por esto, hemos hecho una recopilación de personajes populares para que dejen un testimonio de quién andaba por nuestras calles, quienes lograban sacar una sonrisa a la gente en tiempos aún más duros que estos o quien pasa o pervive en la memoria de nuestros paisanos. Marco Tulio Cicerón dijo: -los muertos siguen vivos mientras los vivos los recuerden-. Y esta es nuestra labor, dejar constancia de nuestros antepasados a nuestros venideros para que no olviden de donde vienen o se hagan una idea de una Cantoria no muy lejana.
Antonio Mirón el Mudo. Antonio, persona sordomuda muy aficionado al vino, solía decir "U.H.P. pierda". "periquica". Se bebía los culos de los vasos y botellines de los bares del pueblo y se fumaba las colillas. Colección: Pedro M. Llamas
Notas bibliográficas sobre nuestros Personajes
Andrés y su Guitarra: Mendigo. Solía venir de paso por nuestro pueblo siempre con una vieja guitarra, aunque no sabía tocarla. Los críos solíamos preguntarle, "Andrés, ¿de qué color son los cuervos?" y él solía contestarnos con algún insulto. Cuando tocaba en alguna casa para pedir comida, si veía niños, se iba sin coger nada de lo que le ofrecieran.
Alejandro el Lauro: Tenía un pequeño establecimiento donde nos vendía petardos y podíamos canjear novelas y tebeos.
Juan el Barbas: era hijo de los Rey de los Gitanos del Sacromonte. Por unos asuntos turbios con asesinato por medio, tuvo que huir de Granada amparándolo un tío suyo de Cantoria. Cuando el accidente que le costó a la vida a José el Judas en las Carretillas, fue el que lo cogió, le echó una manta y lo llevó al médico. Era una persona alta y fuerte, respetada y temida tanto por gitanos como por castellanos.
Juanico el tonto: muy aficionado al cine cuando lo regentaba Juan Tijeras, siempre estaba el primero en la cola para entrar a la sesión. Si algún chiquillo se le ocurría decirle -se ha muerto Juan Tijeras-, tenía que salir pitando de allí que lo corría a palos.
El Barberillo: quizás el personaje más simpático de la villa de Cantoria, tenía la barbería en la plaza, aún los cantorianos recuerdan sus historias y chascarrillos, provocando estos recuerdos un sinfín de risas y carcajadas.
María la Bartolicha: tuvo un quiosco de pipas y dos hijas muy guapas. Cuando llegaban al baile, y como broma por los mozos del pueblo, hacían que le tocaran el himno nacional. Siempre entraban en el Teatro Saavedra en las sesiones de cine cuando estaba el NODO, porque las luces estaban apagadas, pero Juan Tijeras, que en ese momento gestionaba el local y que estaba al tanto de todo, las encendía.
Andrés el Bollero: regentaba un comercio de comestibles aunque tenía de todo, artículos de mercería, ferretería, etcétera, siendo la primera tienda que trajo juguetes para reyes. Persona muy servicial, a la que le gustaba la fiesta y el carnaval. Después de la guerra, a pesar de la prohibición de celebrar esta festividad, fue el único que se atrevía a vestirse con máscaras. En una de estas salidas por las calles, y de noche, sembró el pánico hasta del secretario del ayuntamiento que lo quiso meter en la cárcel.
Luis el Carlino: tío de Julio del Viejo y de oficio turronero. Persona querida e inteligente, le gustaba inventarse jeroglíficos y sentía pasión por los números. Unos sobrinos se lo llevaron a Argentina donde no volvió más.
Baltasar el Carpintero: le decían el mariquita. En su taller tenía toda clase de animales; destacando un mono, una culebra que se llamaba margarita y un loro que siempre estaba diciendo "Barta, Barta, maricón". Este señor era el que se encargaba de gestionar las cuevas, cobrando el alquiler como si fueran de su propiedad.
El tío Cayuela: ilustre personaje de la Hoya. El tío Cayuela ganó su ilustre fama al ser el único relojero que al arreglar un reloj, te devolvía alguna que otra pieza que le sobraba.
Juan el del Chambi: persona muy educada, trabajaba en invierno en la farmacia de don Antonio López y en verano era chambilero. En verano tenía una heladería en su casa, y además vendía con un carro por las calles. Fabricaba un producto buenísimo que hoy no tendrían nada que envidiar a los célebres helados Italianos. Salía cuando todo el mundo estaba echando la siesta, pregonando a voces para avisar a la gente, como:
Hay helado helado rico,
Limón y mantecado helado,
Chupa chupa Perico y veras que rico
¡Hay heladoooooooooooo!
Así hasta que hacía a la gente que saliera a comprar. Cuando don Antonio vendió la farmacia y compró otra en el Padul de Granada se fue con él hasta que se jubiló.
El Chimeneas: vivía en las cuevas, se dedicaba a pedir en los distintos centros de peregrinación como el de la Virgen del Saliente, Cristo de Bacares y la Virgen de Monteagud. Se hacía pasar por ciego. Emigró a las minas de Asturias, volviendo con una buena pensión y quedándose casi ciego, pero esta vez de verdad.
Bernardo Granero el Chochete: cantante aficionado, portero de fútbol, amante de una buena fiesta. Salía en las carretillas con un vestido de mujer y con un tambor. Era muy querido, no se llevaba mal con nadie y era apreciado por todos los cantorianos. Cuando empinaba el codo el mismo se cantaba la canción de la marquesa:
Yo tenía un chorro de voz,
el amo del falsete,
soy el hijo del Chochete,
me casé con la marquesa
y esa fue mi salvación
El tío Pablo: Mendigo, personaje muy querido en el pueblo, solía pedir limosna los viernes casa por casa y diciendo "aquí está el tío Pablo del viernes". Los domingos y festivos solía hacerlo en la puerta de la iglesia.
El tío Cipriano: iba pidiendo por las ánimas en compañía del tío Pablo el de los viernes, que era ciego y pedía sólo este día.
Antonio el Conejo: es el único que está vivo todavía. Marmolista de profesión, es una persona con un carisma especial. Un día estando con Juan Cerrillo en un banco de la plaza, pasó un vecino y le preguntó a Juan, -¿Cómo vas Cerrillo?- y él respondió: -Tirando- y el José el Conejo que andaba detrás exclamó: -¡y yo detrás por si tira algún piso o algo!-.
Juan el Cuervo: vivía en las cuervas, familia del tuerto y de Joaquín el Urón. Tenía dos hermanos que se dedicaban a coger colorines para venderlos. Era respetado y querido por sus vecinos.
Patrocinio Fernández la Gallega: fue miliciana famosa en la guerra civil, siempre comprometida con los más desfavorecidos. No se llegó a casar nunca. Tenía una peluquería y con ella crio a dos sobrinos suyos.
La tía Esparterilla: fue una gran curandera que mediante rezos y oraciones curó a muchos cantorianos.
Isidro el del Esparto: al principio fue Isidro del esparto porque empezó en el negocio de recogida y venta de esta materia, continuó con la compra-venta de todo tipo de mercancías. La primera vez que vino al pueblo de noche, ya mozo, quedó sorprendido de que las luces las metían en botellas, y que no era otra cosa que las primeras farolas, que se pusieron en algunas calles cuando la empresa El Chorro empezó a distribuir electricidad en Cantoria. En un viaje a Barcelona donde fue a vender animales mandó un telegrama a su madre que decía: -Gallinas muertas, pavos sin novedad, salgo de Barcelona para España-. Posteriormente, se dedicó a la agricultura a pequeña escala y a sacar fuera la producción de frutas y agrios, actuando como intermediario.
Perico el Gitano: sobrino del Porro, hablaba mucho y mentía todavía más. Era tratante de ganado, como la mayoría de los gitanos de Cantoria. Como curiosidad, incluso se metía entre las parejas que estaban ennoviando cuando paseaban por el paseo y no les dejaba articular palabra.
El Grajo: vivía en el barrio de las cuevas detrás de la ermita. Se sustentaba de la caridad y no tenía demasiadas luces. Perseguía a los críos que se metían con él, y corría arrastrando la mano por el suelo para coger piedras sin pararse. Murió helado una noche que durmió borracho en la calle en pleno invierno.
La Gregoria: no era natural de Cantoria aunque pasó gran parte de su vida en este pueblo, fijando su residencia en las cuevas que gestionaba Baltasar el mariquita, ya mayor se trasladó a un piso de la calle San José y tenía a su cuidado a su nieta Juana. Trabajaba en todo lo que pillaba e incluso formaba parte de la comitiva que pedía por las romerías que se celebraban en el mes de septiembre en la comarca.
Pepe el Habichuela: vivió la mayor parte de su vida fuera de Cantoria y del que hay escritas un par de biografías que han servido como excusa para narrar la historia del cine en Almería, del que fue su extra más famoso, hasta tal punto que se llegó a creer su personaje. El apodo venía porque empezó desde muy joven descargando sacos de habichuelas en el mercado central de la ciudad de Almería.
Joaquín el Hurón: mozo de la fonda de la Soriana, llevaba su uniforme con su gorra que ponía el nombre del negocio. A la hora de la llegada del tren, esperaba a los viajeros para ofrecerle alojamiento en la fonda. Murió joven de hepatitis.
El tío Juan Pedrón: el hombre más fuerte de Cantoria. Fue funcionario de la Renfe y estaba de mozo de estación en Fines. Hizo una apuesta con el jefe de estación que consistía en que él sólo podía llevar arrastrando un vagón de la vía muerta a la vía normal para engancharlo a la locomotora. Ganó la apuesta pero no le pagaron la arroba de vino estipulada y como represalia, les pegó una paliza a su jefe y a los siete hijos. Este hecho ocasionó que lo echaran. Después se dedicó a la limpieza de talleres de mármol, de almazaras, moviendo los cojines del aceite. Cuando iba a por tomillo, cargaba con 9 arrobas al burro y él se echaba a sus espaldas más de 11. Murió en el túnel arroyado por un tren.
El tío Juan Fermín: Juan Fermín Moreno García era padre de seis hijos y pequeño propietario en la Hoya de Cantoria. El tío Juan Fermín se enfrentó a mil y una aventuras de las cuales narraremos unas pocas. Estando el sol en pleno cielo, los buenos cantorianos venían en sus burras de hacer el mercado en Albox, y se encontraron con la Guardia Civil. Rompió el guardia los chascarrillos del tío Juan Fermín pronunciando: -¡Oiga, en la burra hay que ir a horcajadas!-. Contestando el tío Juan Fermín a Joaquinillo y al tío Enrique, mas con fuerza en la voz para que el guardia lo oyese: -¿Qué dice el del bacín en la cabeza?- y con mala demencia replicó el Guardia: -¿Sabe usted que lo puedo multar?- y sentenció el tío Juan Fermín: -¿Qué cojones, corcojones o cojonada? La burra es mía y voy como me da la gana-. Era célebre, gracias al tío Juan Fermín, la frase: “muerto en la Hoya, borrachera en Cantoria”. El tío Juan Fermín era un gran amante del vino y en uno de sus amoríos con el dulce néctar tuvo que vaciar su vejiga, depositándola en el pie de un guardia civil que respondió enfadado: -¡Oiga!, ¡Oiga, que se está meando en mi bota!- y respondió el tío Juan Fermín con una sonrisa y sutiles palabras: -Disculpe buen guardia, pero vengo del médico y me ha dicho que estoy mal de vejiga y si no lo suelto, reviento- y el Guardia respondió: -Disculpe usted, siga. Tenía repertorio para todos, a los ricos los sentenciaba llamándolos boca-cántaros; a los cantorianos presumidos los llamaba pisa verdes, perros escarzos y pueblerinos; y a los Guardias, como hemos visto, le decía los del bacín en la cabeza. Lo más curioso es que nunca fue multado, ni ninguna mala palabra cruzó con nadie, pues siempre con alegría respondía. Su nieta Antonia Pedrosa Moreno nos dice: -Aunque el día fuese salado como el mar, mi abuelo lograba endulzarlo con sus miles de chascarrillos-.
Ángel Lunes: Ángel Lunes también era un gran personaje de la Hoya. Una noche el Frasquitillo de la Hoya le gastó una broma junto a su cuadrilla. Cada hora un amigo se acercaba a su cortijo y le decía: -¡Ángel Lunes que le toca el agua en el pago de las Morteras!-. Ángel Lunes al no poder dormir en toda la noche iba exclamando al día siguiente: -¡Vendo el bancal, para qué coño querré yo eso!-.
Joaquín el Novedades: vivían en la Hoya, y cuando venían su suegro Ángel Lunes y él al pueblo, les gustaba tomarse unos buenos vasos de vino, hasta tal punto que tenían que subirlos en la burra y ella sola llegaba al cortijo.
El Popeye: hijo del Prior, se dedicó a chambilero, carpintero y finalmente hostelero. Murió muy joven de tuberculosis dejando mujer e hijo. Le gustaba mucho cantar rancheras y canciones de los Panchos.
Juan Andrés el Prior: padre del Popeye, este señor se dedicaba a transportar con un carro las mercancías que llegaban por ferrocarril para los distintos comercios. Tenía el burro muerto de hambre y le hicieron una canción:
El burro de Juan Andrés
que nunca ha comido pienso,
trabaja de noche y día
y está hecho un esqueleto.
El burro también tenía su propia anécdota, que no teniendo fuerzas para subir la cuesta de la iglesia, se inventó un alargue pendiendo de la punta un manojo de alfalfa, se lo ponía delante al burro y este tiraba para intentar comérselo y así es como le hacía andar.
Manuel Lillo: era funcionario del ayuntamiento, estaba metido de lleno en la vida cultural, deportiva y política del pueblo. Su gran pasión fue el fútbol: llegó a ser presidente, secretario y chófer.
Amor la Loca: tenía una enfermedad mental, iba vestida como un hombre y como tal actuaba. Se hacía llamar don Diego y llevaba en su bolsillo un canutillo de caña que lo usaba para orinar como los hombres. Fue internada en un sanatorio mental en Almería cuando su hijo todavía era niño. Era madre de Pepe el Habichuela.
Luis Juan: eran característicos sus gestos exagerados que no tenían sentido cuando andaba por la calle, aunque, sin duda, estaba dotado de una gran inteligencia. Él consiguió dinero para arreglar la ermita y conseguir que se celebrase la fiesta al patrón San Cayetano, pues antes a él no se celebraba. Su temprana muerte dio al traste con muchos proyectos que sin duda hubieran engrandecido la ermita y su entorno.
El Manco: le decían el manco porque le faltaba medio brazo. Se dedicaba a pedir en las fiestas religiosas. En las inundaciones del 73 estando en Murcia, logró que lo trajera un helicóptero a Cantoria porque estaban las carreteras cortadas.
El Manco Gitano: padre del famoso charlicas, herrero de profesión, se hizo cargo de la balsa del Fax. Estableció turnos, por la mañana para las mujeres y por la tarde para los hombres. Alquilaba calabazas para los que no sabían nadar. Muchas son las anécdotas de la balsa, donde aprendieron a nadar gran parte de los chiquillos de Cantoria y donde venían los enfermos de tracoma de Albox a curarse, ya que sus aguas eran medicinales. Los críos de Cantoria, retaban a los del pueblo vecino a ver quién aguantaba más tiempo bajo el agua. Removían el fondo para enturbiarla y entonces salían por la acequia donde desaguaba la balsa, no pudiendo ser vistos por los otros ya que había un muro que dividía la balsa y la acequia. Al cabo de dos minutos, volvían adentro haciendo el paripé, como si estuvieran medio asfixiados.
Cuando dejó la balsa inventó el Caliche (un juego de bolas, a pares y nones). Todos los años, en el mes de diciembre en una esquina del Rulaor (Plaza del emigrante), hizo un surco de dos metros de longitud, 10 de cm de hondo con una cierta pendiente, y un hoyo en la punta con una estrella alrededor para que las bolas tuvieran dificultad a la hora de acceder al agujero.
El Maquiné: Se dedicaba ocasionalmente al pelado de caballerías. Famoso porque siempre iba muy elegante aunque nunca dio un palo al agua y básicamente vivía del trabajo de su mujer, que limpiaba por las casas. Hacía su vida en la plaza, aunque era un poco chulo, era querido tanto por gitanos como por castellanos.
María Borgoñoz, María Moquillo: hija del Mateo Borgoñoz. Su padre fue municipal durante unos años en Cantoria. Cuando su padre la mandaba a por gaseosa a la tienda, bajaba por la cuesta de las cuevas diciendo en voz alta para que no se le olvidara -asera si pa-, -asera si pa- (casera para el municipal). Después de municipal fue enterrador, y un día María lo acompañó al cementerio. Le entro un apretón con tan mala suerte que le picó una avispa. Bajó corriendo gritando -agua, barro, mare, ha picao avipa a chichi-.
Antonio Mirón el Mudo: de joven atemorizaba a todos los chiquillos del pueblo. Se bebía los culos de los vasos de los bares del pueblo y se fumaba las colillas ya que su madre no le atendía correctamente, sólo tenía ojos para su hijo Emilio. Hacía recados a don Francisco el Cura y a algunos comercios del pueblo a cambio de comida o bebida. Estaba en todos los saraos del pueblo.
Luis el Negro: se dedicaba a coger esparto, leña y albardín para el embalaje del mármol. Vivía en el molino del túnel y después se trasladó a la calle San Juan donde todavía vive su viuda.
Estanquero Padilla: era un comerciante famoso por su tacañería, que no permitía devoluciones ni reclamaciones. Aunque eso sí, era muy serio y formal. Tal era el caso de que un día, después de venir de Tíjola del almacén de tabaco, no encontraba su paraguas. Compró un sobre papel y sello y cuando estaba terminando de escribir la carta para reclamarlo, y con la dirección puesta, la criada llegó con el paraguas. Para no desperdiciar el material siguió escribiendo, "¡no sigan buscando que ya ha aparecido!- y la envió.
José el Patapalo: de profesión pastor, tenía este apodo por la falta de una pierna que sustituyó por otra de madera, era muy aficionado a la brisca y muy marrullero.
Juan el Rey: nació en Huércal Overa y se refugió en las cuevas, dedicándose a los trabajos que nadie quería. como el de basurero, siendo el primero del pueblo. Su labor la realizaba con un carro de madera arrastrado por una burra, y a consecuencia de los ataques epilépticos que sufría, raro era el día que podía terminar su faena. Era el objeto frecuente de burla de la población.
Juan Tijeras: una persona de las más queridas en la historia de Cantoria. Siendo muy joven era ya jefe de su peña de amigos, integrada entre otros, Juan Pedro de Amancio, el tío Tolón, Reimundo el Chochete, Martínez Reina, Diego Uribe, Trinidad el Tostones y Juan Cerrillo Rodríguez. Fue carpintero aunque sabía de todo, fontanería, albañilería, electricidad, maquinaria de cine, música, etc.
Familia del Toro: familia formada por dos hermanos, célebres porque se dedicaban a hacer carretillas para la fiesta de San Antón en la actual calle Almería. La madre de ellos murió quemada en un incendio en la cueva que tenían como taller. Después se trasladaron por encima de la calle San Juan, junto a la Cantera. Manuel, uno de los hermanos vino de Sangüesa en bicicleta sin recámaras, con las cubiertas rellenas de esparto, tardando 8 días. Durante una semana tuvieron que ponerle paños calientes en el trasero para bajarles las ampollas.
María Asunción la Petra: Una mujer de baja estatura pero con carácter. Durante la guerra fue una miliciana muy activa, ayudó en todo lo que pudo a las personas más desfavorecidas y de manera voluntaria envió comida al frente. Después de la guerra fue procesada aunque fue absuelta ya que testificaron a su favor las fuerzas vivas del nuevo orden.
Plácido: hombre muy conocido por la multitud de oficios que llegó a tener. Nunca se metía con nadie y siempre tenía buenas palabras para todo el mundo. Muy aficionado a la música que le supo transmitir a los hijos, siempre iba con la banda tocando los platillos. Buen creador de historias, siendo famosa, aquella que hizo creer a los marchantes de las ferias de ganado que había resucitado la antigua feria de bestias de Mayo de Cantoria.
Frasquito el Pregonero: pregonero y enterrador. Cuando murió doña Encarnación Giménez, persona famosa por su gran caridad, llegando a ser considerada por algunos como santa, cuentan que el cuerpo no se puso rígido ni se enfrió, como era normal en cualquier difunto. Al día siguiente la trasladaron al cementerio a su capilla particular. La familia pagó a Frasquito para que velara durante unos días por si resucitaba. A la segunda noche, escuchó un ruido del interior del ataúd, y despavorido vino al pueblo corriendo a casa de Diego el pipa: -Diego, Diego, que ha resucitado, que ha resucitado-. Inmediatamente bajó don Cristino (hijo de la difunta) y la guardia civil y dieron orden de enterrarla. Este ruido fue consecuencia de la descomposición del cuerpo. Murió de un atracón de morcilla caliente.
El Porro: gitano muy bajo, los chiquillos le decían la potra. Él fue quien dirigió el trabajo para allanar el campo de fútbol en los terrenos de la Cisneros (actual IES Valle del Almanzora). En la noche de las pruebas de las carretillas se ponía en la esquina de Balazote, le daban una arroba de vino y le tiraban todas las carretillas sueltas a él. Y siempre salió indemne. Se dedicaba a la descarga de barriles de trigo, sacos de harina en la estación y en la plaza de abastos.
Sordo el Chaquetas: tenía fama por su valentía y una noche lo retaron a que tenía que clavar una púa por la parte interior de la puerta del cementerio. Clavó la púa y no se dio cuenta que también estaba clavando la capa que llevaba puesta. Se da la vuelta y al sentir que tiraban de él, del miedo se quedó sordo.
La Soriana: regentaba la fonda que hoy conocemos como la posá de Juan Miguel, era natural de Soria, y conocida por la limpieza con que regentaba el negocio y que a pesar del invierno siempre iba en manga corta. Era muy buena persona y querida.
Paco el Tatati: cuando los zagales se metían con él cantándole, “ya se ha muerto el Tata, ya ha estirado la pata, y le ha dicho la Anita que no beba más vino, el tururururú, el tururururú”. Paco respondía a pedradas y acordándose…. Si el que se metía con el era ya adulto y si se quedaba sin adjetivos para devolverle los insultos, le decía: "anda carrillo" (jefe de la central eléctrica del Chorro, con fama de tacaño a pesar de contar con un importante patrimonio). Si después de esto, no se le dejaba en paz, se liaba a pedradas con una puntería salvaje. Siendo crío Juan Cerrillo estaba con un grupo de amigos en un banco de la plaza, y cuando vieron al tatatí empezaron a con una retahíla de improperios. No les dio tiempo a reaccionar cuando una de las piedras se llevó su coronilla por delante.
José el Tuerto: hermano de Joaquín el Hurón, se quedó tuerto porque le dieron una pedrada estando subido en una higuera cogiendo higos. Siempre llegaba tarde al teatro cuando había algún espectáculo. Nos dejó la expresión: “Me tiro dos peos y me quedo solo”.
Tío Juaniche: Juan, tenía un pequeño comercio de comestibles en la calle Ermita, era muy aficionado de ponerle letreros a los productos que vendía, como... "patatas regadas con agua del Fax", "pimientos de mi cosecha".
Hijos de Mateo Borgoñoz. Colección: Familia Borgoñoz
Plácido, el primero de la derecha en el Valle del Arán. Colección: Julio Rodríguez
Pepe el Habichuela. Puedes ver su biografía pinchando aquí
El Maquiné. iba siempre impecable y nunca trabajó, viviendo a costa de su mujer. Muy aficionado a la fiesta taurina y a la siestas.
Paco el Toro, heredero de una estirpe de polvoristas que hicieron de la fiesta de las carretillas su medio de vida. Colección: Alfonso Jiménez
El tío Juan Fermín con su mujer Amparo y la niña Antonia, nieta de Ángel Lunes y Rosenda. Colección: Antonia Pedrosa
María Asunción Petra, fue hija de una "señorita" bien del pueblo que ocultó su embarazo y porteriormente que la crió como hija de una criada. Colección: Familia Carreño
Bernardo el Chochete cuyo recuerdo está muy presente entre los cantorianos. Colección: Trini Granero
Manuel Lillo ocupó varios cargos dentro del Club de Fútbol a lo largo de su historia.
Andrés de la Guitarra o Andresico el Débil como le decían en Albox. Colección: José Miras Carrasco
Paco el Tatatí en el puesto de turrones de Pepe el Marmolista. Colección: Julio Rodríguez
Testimonios de:
Agüera Pedrosa, Santos
Férnandez Zapata, José Antonio
Fiñana Granero, Antonio
Guerrero Marín, Ana
Piñero Molina, Diego
Uribe Gómez, Casto