La crisis de principio de siglo
Crisis económica y social
El despertar del nuevo siglo en España y nuestro valle en particular se tiene que enmarcar en un contexto de crisis a diferentes niveles. Por una lado, la profunda debacle agrícola que sufrían nuestras tierras a raíz de la sucesión de las diversas sequías, inundaciones y plagas que azotaron nuestros campos a finales de siglo. Para nuestra tierra, tan dependiente del campo, la mala salud de nuestras cosechas comportaba la enfermedad de nuestra sociedad. La lenta y tardía industrialización de nuestra agricultura con respecto a otras zonas del país implicó unas peores condiciones laborales que derivaron en el éxodo de parte de la población a otras comunidades autónomas. La población experimentó un ligero avance propiciado por la disminución de la mortalidad
Ante un horizonte sin expectativas, muchos antepasados nuestros optaron por el éxodo. Miles de familias se vieron de la noche a la mañana divididas por la necesidad de un bienestar mejor y un mínimo de calidad de vida. La emigración en Cantoria ha sido un factor muy determinante en la demografía local: Hispanoamérica hasta la década de los 30, y, posteriormente, países europeos como Francia, Bélgica y Alemania; y ya en la década de los 50-60, a Cataluña.
Frente a los bienes rústicos de los grandes propietarios, la tierra de los pequeños campesinos estaba cada vez más parcelada, haciendo imposible cualquier proyecto de mecanización o industrialización del campo, y, por otro, que estos pequeños bancales dieran el sustento para sobrevivir a toda una familia. No quedaba otra que emigrar o trabajar en las fincas de los grandes propietarios, bien de medieros o simplemente de peones, la mayoría de las veces en condiciones infrahumanas.
Poco varía la agricultura del siglo anterior, ya que la única posibilidad de expansión es a través de bancales en los cerros, y eso ya estaba roturado desde finales del siglo XVII. Si bien es verdad que las cosechas están muy condicionadas a las sequías, riadas y otras catástrofes. Para paliar las consecuencias de falta de agua o de las consecuencias de las grandes riadas, hubo un proyecto que quedó frustrado: la construcción de un pantano en Partaloa con capacidad prevista de 1,5 millones de metros cúbicos, y otro en Macael.
La actividad comercial era escasa debido, principalmente, a las malas comunicaciones. Se trapicheaba un poco con el esparto y los sobrantes de la agricultura y la ganadería.
Todos estos factores, más las sequías de 1914, 1918 y 1919, dibujaban un sombrío escenario en el futuro de las familias, el cual derivó en salidas a otros lugares o frecuentes revueltas y levantamientos populares que aumentaron la tensión social.
Puestos ambulantes con enseres de cerámica y latón en la plaza de la Constitución a principios de siglo. Colección: Antonio García Galán
La emigración fue la única salida para cientos de cantorianos a principios de siglo, ante la escasez de trabajo y las malas condiciones que ofrecía el que ya había. En esta imagen un grupo de paisanos picando la piedra para construir la escalinata principal de un palacete en Buenos Aires. Colección: Víctor Picazos Ramos