Amores prohibidos que matan
Diario de Almería del 1 de noviembre de 1921, donde da una versión muy liviana y poco contrastada del suceso.
Amores prohibidos que matan...
Atanasia Fernández era una joven de unos 34 años con un fuerte carácter. y aunque estaba casada, esto no le impedía andar en “amores” con otro casado al que apodaban el Forrogas.
Un día en que ambos amantes estaban en sus quehaceres amorosos por unos bancales camino del Faz, pasó por allí Pedro García Gea y los pilló en plena faena. El Forrogas se recompuso los calzones y le increpó que continuase su camino y que si en el pueblo se llegaba a decir algo, sabría que había sido él y eso le costaría la vida.
Este buen hombre se marchó y de su boca no salió una palabra porque sabía que el susodicho amante era de los que cumplían sus amenazas. El problema vino porque al no ser muy prudentes, fueron vistos por alguien más sin que se dieran cuenta, bien en ese día o en otros, que también los hubo y en el mismo lugar. Y no fueron tan discretos como Pedro.
El chisme corrió como la pólvora por el pueblo, hasta el punto que llegó a oídos del marido de Atanasia que fue recriminada por su esposo, dejando en entredicho su “honra”, calificándola de esposa infame e infiel. Ni corta ni perezosa se fue a casa de Pedro García, que vivía en la calle de la Plaza, a la altura de la calle San Antón, a pedirle cuentas con un puñal escondido en su ropa. Lo encontró en la puerta y recriminándole por faltar a su palabra, lo invitó a retractarse en público para reparar el daño causado, cosa que no ocurrió ya que este hombre no había dicho nada.
-"¡Toma, esto para que no hables lo que no debes!"- y no había terminado de decir la última palabra cuando le propinó una puñalada en el pecho que le produjo la muerte a los pocos segundos, ante el pavor de los vecinos que se encontraban en sus puertas. Cuando llegó don Antonio López, el médico, sólo pudo testificar el fallecimiento de la víctima por arma blanca.
Cuentan que cuando le contaron la noticia a su mujer, que tenía en ese momento en brazos a su bebé, de la impresión se le cayó al suelo.
Esto ocurrió el 27 de octubre de 1921 y la opinión pública al principio apoyó a esta mujer que creían que estaba defendiendo su honor y su honra. Y resulta que su honra la tenía retozando por los paratos de la otra orilla del río.
Diario de Almería del 1 de noviembre de 1921