Los Molinos

Introducción

Este artículo-estudio sobre los molinos harineros de la cuenca del Almanzora a su paso por el municipio de Cantoria era una tarea pendiente, un interés por rescatar de la memoria el valor vital que para nuestro patrimonio histórico, cultural y hasta industrial tenían estas pequeñas industrias. Industrias que han quedado sumidas injustamente en el olvido, cuando en su día representaron un papel fundamental en la siempre difícil lucha por la supervivencia de los vecinos del lugar. ¿Qué ha podido motivar este injusto olvido, muchas veces provocado por los propios propietarios? Pues podríamos decir, que la necesidad de escapar de las duras labores del oficio de molinero, del agotamiento de recursos naturales (no olvidemos que la mayoría se servía de cimbras y de las aguas del río y con la sobreexplotación de los acuíferos a partir de la década de los 70, lleva menos agua y durante menos tiempo), la emigración, la bajada de precios, la feroz competencia de las grandes industrias, sustitución del cultivo de cereal por cítricos, etc. Quedando como resultado la pérdida de las señas de identidad industrial que lejos de representar un desecho de nuestra historia, hemos de buscar un lugar en nuestro patrimonio, como medio de difusión de las formas de vida de nuestros ancestros a lo largo de miles de años, porque si hay una industria que ha acompañado al hombre a lo largo de toda su existencia, esta es el molino.

Así pues, es necesario buscar ese equilibrio, esos mecanismos básicos que permitan desarrollar un fuerte vínculo entre lo que fue una necesidad, la de moler el cereal cultivado, algo esencial en la vida agrícola de supervivencia de antaño y la actual concepción de progreso socio-económico, que muchas veces maltrata y olvida los valores de antaño.

El río Almanzora y su principales afluentes están plagados de estas fantásticas construcciones que utilizaban los saltos de agua como fuerza motriz, no contaminantes, respetuosas hasta la necesidad con su medio cuando todavía no existía el concepto de ecológica o industria eficiente con los recursos, los molinos llevaban ya miles de años siendo ecológicas, respetuosas con el medio ambiente, no contaminantes, y su “electricidad”, el agua, se vuelve a utilizar en su totalidad para el riego o sumarse al caudal del rio. Rescataremos un valor, que lejos de empobrecernos, nos identificará y enriquecerá a nuestra sociedad.

En Cantoria, por su ubicación en un medio físico cuyas fuentes principales de recursos son el  río Almanzora, el arroyo Albanchez y el arroyo Aceituno, que utilizaron desde tiempos inmemorables el agua como recurso motor. Molinos de viento no hay constancia salvo el de Almanzora, en el cerro del Púlpito, que se construyó ante la incipiente demanda de harina para abastecer a los trabajadores del ferrocarril cuando se encontraban trabajando en el medio Almanzora. Una vez concluidas las obras, se desmanteló, presentando hoy día un lamentable estado de ruina. 

Los de agua hoy en día no funciona ninguno, presentado diferentes estados de conservación, pero la mayoría de las veces son ruinas, los menos transformados en viviendas borrando casi todo rastro de su anterior actividad. En ambos márgenes del río Almanzora dieron servicio once molinos, algunos ya desaparecidos. Dentro de Cantoria nos encontramos con el conocido como de Donato, muy buen conservado y el del Mora, transformado en vivienda. Frente a Cantoria nos encontramos las ruinas del de Juan José y el de Amador (también conocido como el Artillero), otro situado en el pago de la Hoya y convertido en vivienda, eliminando todo vestigio de esta industria, En el puente de hierro están las ruinas del molino de Pedro García Lozano, en la curva de los abercoques, dirección al Badil, se conserva únicamente el cubo del molino del Abercoque. En Almanzora nos encontramos con el de los Mellados en la desembocadura de la rambla Albox con el río Almanzora, en un avanzado estado de abandono, amenazando ruina; y el de Martín Pardo convertido en vivienda (Construido a finales del siglo XIX por orden de los Marqueses de Almanzora por debajo de los Jardines del Palacio y comprado en 1927 por el padre de Martín). En las Gachasmigas, frente a Almanzora nos encontramos con el molino de las Gachasmigas y en la pedanía de los Pardos con el conocido como “los chatos”, hoy en ruinas.

De aquellos Molinos que se encontraban cerca del margen del río, fueron barridos por las aguas de las inundaciones del 19 de octubre de 1973, como el de Amador, abercoques, Pedro García, el de Juan José, etc. De los otros, diferente ha sido su suerte.

El agua provenía de las cimbras principalmente, encauzándola a través de la acequia hasta el cubo. El caudal tenía que ser abundante (de 60 a 80 litros por segundo) para tener la suficiente fuerza para hacer mover la maquinaria. De no ser así, se solía embalsar el agua en una balsa (Molino de los Pardos que se surtía de una cimbra llamada del Molino).

Un molino en el río Almanzora. En la imagen se puede apreciar lo cerca que discurre el cauce del río, con el peligro que conlleva en las crecidas. Legado: Gustavo Gillman

El molino de Pedro García en las inundaciones de 1973 que arrasó la industria. Colección: Miguel Ángel Alonso Mellado

Molino de Lozano. Colección: Familia Berbel

Funcionamiento del Molino

El agua llegaba por la acequia y entraba por el cubo que precipitaban su caída hasta el cárcavo, donde se encontraba la parte inferior del mecanismo motor. El cubo era una construcción en forma de embudo. Protegidos en su entrada por malla de hierros atravesados que impedían la entrada de objetos que pudieran taponar la salida posterior del agua por la boquilla. Si el caudal era suficiente, la altura del cubo solía ser de 6 a 7 metros, si por el contrario era inferior, había que ampliar la altura a 11-13 metros.

El funcionamiento se basaba en un sistema mecánico denominado rodezno y un eje (el parayerro), que articulado con el rodezno, transmitía su movimiento giratorio hasta la piedra moledora. La torva era sostenida sobre un caballete de madera, se debía situar encima de las piedras de moler. Todo ello se encontraba a una altura del suelo, sobre una plataforma de madera, llamada bancada, con el fin de facilitar la caída libre de harina ya molida al cajón o harinal, a través de una embocadura de latón que se comunicaba con las piedras de moler. Estas estaban rodeadas por una especie de cilindro de madera de unos treinta y cinco cms. de altura llamado guardapolvos que al mismo tiempo protegía las piedras de moler. La piedra inferior estaba fija sobre la plataforma antes mencionada y se llamaba solera. Ambas piedras tenían forma de círculo perfecto horadado por su centro que era atravesado por el eje o parayerro. La superior o corredra se ajustaba sobre la cresta de dicho eje por un pasador o clavija de madera que, atravesando el eje, se encajaba a una mueca transversal horadada sobre la cara superior. De esta manera la piedra corredera se movía con la misma velocidad que el eje del roezno. El impulso que recibía la corredera se debía al fuerte empuje del agua que chocaba en unas cucharas de palo dispuestas oblicuamente sobre la rueda del roezno. La entrada de agua se regulaba desde la boquilla, con una plataforma que se llamaba tiro del agua, que mediante una garga regulaba la mayor o menor salida del agua.

La torva era el depósito de madera donde se echaba el cereal a moler, de forma piramidal invertida que  podía tener capacidad de dos fanegas. La salida del trigo de la torva se regulaba mediante el tocador (canalillo de madera situado debajo de la torva).

Un detalle curioso era la campanilla avisadora, un dispositivo casero consistente en una badana de cuero o metal que situado en la base de la torva, al faltar cereal y la consiguiente fuerza de su peso, se desplazaba hacia arriba haciendo sonar una campanilla.

Según la finalidad de la harina, podía ser recia o fina. Esto se conseguía gracias a un dispositivo llamado alivio, que subía o bajaba la piedra corredera.

Las piedra del molino eran artefactos muy pesados, alrededor de 2 toneladas que con el uso sufrían un desgaste, para ello se disponía de un artefacto llamado cabria para levantarlas y moverlas. En la piedra se labraban una serie de surcos o canalillos que empezaban con una profundidad de 2 cm en la parte externa y 0 cm en la interior, junto al eje.

Ilustración sobre el funcionamiento de un molino de agua, cuya fuerza motriz es el salto de agua por el cubo

Restos del molino de los Molineros en los Pardos. Colección: Decarrillo

Gestión de la Industria

Un molino podía moler a la hora poco más de una fanega, si era de trigo, o dos si se trataba de cebada. Su propiedad era privada pero su uso era comunitario. Su uso derivaba en unos beneficios económicos para sus propietarios. La molienda se pagaba mediante la maquila, equivalente a medio celemín por fanega molida. Los juegos de medida que disponían los molinos eran, de menor a mayor, medio celemín, la cuartilla, media fanega.

De los molinos se obtenían tres productos básicos, la harina de trigo, la harina de panizo y la cebada. Los dos primeros se dedicaban al consumo humano y el último para consumo animal.

Unidades de medida del grano. Colección: Decarrillo

El molino y la tradición popular

Por su importancia económica vital -no hay que olvidar el papel desempeñado por el trigo en las civilizaciones agrarias- como por su implantación en un lugar aislado al cual, sin embargo, tenía que ir la gente, el molino (y el oficial que trabaja en él) originó la formación de una serie de chascarrillos y refranes, que aún hoy perdura en la memoria de los mayores de Cantoria:

“que polvo tiene el molino

que polvo la molinera”

 

“Mientras yo pico la piedra

échale trigo a la torva

y serás mi molinera”

 

"Ni horno ni molino tengas por vecino”

 

“Y mirando a su molino.

donde la espiga se muele

y de los granos se saca

la harina blanca de leche”

 

Belenera, belenera,

no me vengas con belenes

que me tienes la cabeza

como molino que muele”.

Molino del Nono debajo del mirador del Túnel. Lo curioso de este molino es que contaba en la parte de atrás, por encima de la acequia que alimentaba el cubo, una pequeña construcción con una cocina y dos dependencias, donde seguramente vivía el molinero con su familia, donde estaban mas protegidos de las crecidas del río. Colección: Decarrillo

Molino de Donato (Camino de la Estación de Cantoria)

Molino de Donato o de los Rubio: las dependencias interiores presentan un alto grado de conservación, aunque en desuso, dentro del casco urbano de Cantoria. Este molino disponía de dos artefactos molineros, en medio de los cuales se observa la cabria, dispositivo que permitía el traslado de las piedras correderas para repararlas del desgaste producido. Fue uno de los últimos en cerrar sus puertas en el último tercio del pasado siglo, a la muerte de su propietario. Fue molino de agua hasta los años 50 en que se electrificó cambiando la maquinaria que hacía girar las piedras por otra que funcionaba con gasoil.

El agua que utilizaba como fuerza motriz provenía de la acequia del pago de Cantoria

Interior de un molino

Interior del molino de Donato en la actualidad donde podemos ver dos torvas, una para la molienda de grano para consumo humano y el otro para el animal. 

Pieda del Molino

Francia era uno de los principales proveedores de piedras de molino, aunque después de la guerra civil y el cierre de fronteras, se solían fabricar en Bilbao.

Detalle de la Torva

Torva y el cajón donde caía la harina

Cabria

Una especie de grúa que servía para mover las piedras del molino para cambiarlas o repararlas

Campanilla

Se encargaba de avisar de que el grano en la torva se estaba acabando

Cárcavo

Hueco donde gira el roezno de los molinos 

Un caso excepcional: El molino de viento del Púlpito. De posible torreta vigía a molino.

Las dimensiones de los molinos de viento son superiores a los de agua, y carecen de arcabuz. Tienen diversas piedras o muelas. Una, situada en la parte inferior, se le denomina solera, y en la situada en la parte superior, corredera. El movimiento de las aspas hace girar a ambas piedras, entre las cuales se va situando el cereal que ha de ser molido, saliendo la harina por los diversos surcos hechos sobre solera. El grosor de la molienda se calibra utilizando una palanca denominada alivio. Esta clase de molinos funciona con el viento como única fuerza motriz, orientándose las aspas en la dirección en que sopla el viento.

La historia del molino de viento del Púlpito tuvo su origen en la construcción del ferrocarril. El número de operarios que trabajaban en la construcción del mismo debió de ser muy numerosa, ya que las herramientas utilizadas eran picos, espuertas y carretillas sin apenas maquinaria. A estos trabajadores había que darle de comer en las casas y cortijos próximos a lugar de trabajo. Comían, por la mañana pan y embutidos o tocino, por la noche pan y olla y al mediodía migas de trigo o de maíz. Los molinos de la zona no daban abasto a moler el grano necesario para la alimentación de los trabajadores y no eran muy numerosos pues según Madoz,  referidos estos datos a 40 años antes, había, 10 en Zurgena, 2 en Arboleas, 12 en Albox, 9 en Albanchez, 8 en Cobrar, 11 en Cantoria, y sin determinar su número en Oria. Fue necesario moler el grano (trigo y maíz) en Vélez Rubio, que está a cuarenta y cinco kilómetros. Un viaje largo para aquella época con las caballerizas cargadas de grano, ida y vuelta, pernoctar en aquella localidad, entre ir y venir, se iban tres días. Por este motivo se vio la necesidad de construir el molino de viento. Cuando la construcción del ferrocarril iba llegando a Cantoria, ya bastaban los molinos de Almanzora para moler el grano que se necesitaba, por lo que terminó de abandonar el molino de viento.

Con el tiempo se desmontó sus piedras moledoras para colocarlas en un molino movido por agua y situado al pie de la montaña del molino de viento, donde perduran en la actualidad. La muela y la solera fueron arrojados desde el cerro hasta los bancales que hay debajo y de allí a su actual ubicación.

Mientras la desaparición de este molino fue que al alejarse las obras, desaparecen los trabajadores, por lo que ya no había razón de tenerlo abierto, mientras que en Campo de Cartagena, según Pérez Crespo en un trabajo titulado “Los molinos de viento del Campo de Cartagena, publicado en el diario “La opinión”, su desaparición fue la desidia, el abandono ,la falta de aprecio de lo que es propio, y constituyó un elemento importante en la vida de generaciones pasadas fueron las causas determinantes de la ruinas de la práctica totalidad de los molinos de esta zona”.

Una de las razones, según este periodista, por la que proliferaron estos molinos fue, la abundancia de viento casi permanente, no excesivamente fuerte, y que permitía mover las aspas para poner en marcha en engranaje de la maquinaria interior. Aprovecharon para su construcción pequeños desniveles del terreno, o lomas, y así potenciar la corriente de aire.

El censo de molinos de viento realizado por la policía municipal de Cartagena el 1 de agosto de 1.965, en esa fecha existían un total de 147 molinos, de los cuales, 67 estaban en funcionamiento y de ellos, 59 se dedicaban a sacar agua, y a los otros ocho a moler cereales. En la zona norte de la provincia de Almería sólo existió un molino de viento, el situado en el término municipal de Cantoria, en el paraje del Púlpito.

García Martínez compara al molino de viento en su aspecto exterior con un barco de velas latinas –“su silueta alegra tanto el panorama rural, como la figura de las embarcaciones pesqueras en el vecino Mar Menor; a veces, alternan y galantean en el paisaje salobre. Las altas velas de ambos ingenios, revolotean en el azul celeste con giros de gaviotas”. La situación actual tampoco coincide con la realidad descrita por este autor. No hay velas blancas en los molinos, y son muy pocos los barcos con velas latinas que navegan por la costa. Sin embargo, recomponer esta imagen es relativamente fácil y está en manos de la generación actual. Su costo no es excesivo y puede ser asumido con facilidad.

Del molino de viento del Púlpito sólo queda la torre, las piezas del mecanismo de moler, como se ha dicho, fueron lanzadas a los bancales y se enterraron en ellos, pero sus aspas desaparecieron mucho antes.

Desde el tren, cuando este circulaba, daba gusto contemplar sus restos, que parecían una torre o atalaya mora.

En estos días se ha leído en la prensa que comienzan las obras de restauración y acondicionamiento del entorno del molino de viento de Carboneras por la Consejería de Medio Ambiente, proporcionando un nuevo espacio verde y nuevo referente cultural para el municipio y comarca, como símbolo de respeto a una tradición centenaria que representan estos molinos. La recuperación de este molino es una de las primeras actuaciones en este sentido a la que seguirán las del molino de agua del cauce del Río Alíasy en un futuro, a todas aquellas construcciones de estas características.

Pero antes donde los campesinos sacaban harina hoy sacan, los nuevo y espectaculares molinos de viento, electricidad, una energía limpia e inagotable que no contamina aunque el impacto ambiental pueda se grande (puede ser una amenaza para las aves que pueden acabar entre sus alas, y destrozan el paisaje). Estos nuevos aparatos están conquistando el paisaje español y están llegando a la provincia de Almería, en concreto a la zona de Serón y Tíjola, en la comarca de Nacimiento. El futuro de las energías limpias lo tenemos a nuestra puerta.

Molino de Viento en la actualidad. Colección: Decarrillo

Recreación de como podía ser el molino de viento en los años que estuvo en funcionamiento. Colección: Decarrillo

Interior de un molino de viento restaurado

Molino de Amador, situado debajo del Cerro Castillo después de las inundaciones del 73. Colección: Miguel Aránega

Bibliografía